jueves, 19 de mayo de 2011

Sernac reporta más de 11 mil reclamos contra empresas de servicios básicos en 2010


Informaciones del Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) registran más de 11 mil 11 mil reclamos contra empresas de electricidad, agua potable y gas,  lo que significa el cuarto lugar de los mercados más reclamados. Cobros indebidos e interrupciones en el suministro son las principales quejas.
El 75% de los reclamos se concentran en electricidad, seguido por el agua potable (14,2%) y el gas (11%). “No obstante, por tratarse de servicios masivos, probablemente cada reclamo puede esconder muchos más”, indica el Servicio.
Las quejas apuntan a cobros indebidos que no corresponden al consumo, cobros por corte y reposición; cobros por tratamiento de aguas servidas que no corresponden; cuentas que no llegan y cobros acumulados; interrupción del servicio y demora en su reposición y quema de artefactos eléctricos tras un alza de voltaje en el caso de la electricidad.
El Director Nacional del SERNAC, Juan Antonio Peribonio, informó que precisamente por estos problemas el organismo ha puesto la lupa en este mercado y ha exigido a las empresas la mayor profesionalidad “pues los consumidores no pueden elegir y cambiarse de compañía cuando reciben un mal servicio”.
El Sernac ha acompañado varios procesos de consumidores afectados:  Realizó la mediación colectiva con Aguas Antofagasta, que compensará a los afectados por montos que superan los $167 millones; en Atacama presentó una demanda colectiva contra Aguas Chañar, igualmente en Temuco contra Aguas Araucanía y en la zona central contra Conafe y CGE. Además, recientemente la mediación colectiva con SAESA terminó con compensaciones para los 87 mil consumidores de las Regiones la Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, afectados con montos que van desde los $5 mil para quienes sufrieron más de 13 horas sin energía, hasta $50 mil para quienes  estuvieron por más de 7 días sin luz, lo que suma más de $929 millones.
El Ciudadano

La Educación otra vez en la encrucijada

19 de Mayo de 2011
Nuevamente las organizaciones se han lanzado a una serie de movilizaciones por mejoras en la Educación. Ellas, junto con las provocadas por la aprobación ambiental para la construcción de la central eléctrica HidroAysén en la Patagonia, ponen en jaque la comparecencia anual del gobierno al Congreso Nacional para la cuenta del 21 de mayo.
La carismática presidenta de la FECH, Camila Vallejo ha declarado que 30 años de crisis en la Educación es demasiado y que “reafirmamos nuestras demandas y seguiremos movilizados hasta obtener una respuesta concreta y favorable por parte del gobierno” a sus propuestas, que buscan recuperar la educación pública y que dice “han emanado desde el mundo social”.
La verdad es que luego de cuarenta años de municipalización de la educación básica y media, y de más de veinte de  apertura de mercado en la superior, los resultados que presenta el país no son satisfactorios. La deuda, responsabilidades más, responsabilidades menos, corresponde por igual a una elite política dedicada con ahínco, durante veinte años, a debatir modificaciones parciales en la educación nacional, pero sin tocar el paradigma privatizador iniciado por la municipalización impulsada por el Gobierno Militar en los años 80 del siglo pasado.
El Mineduc, que cada cierto tiempo habla de revolución educativa, requiere pasar de un simple inyector de recursos y evaluador de resultados a ser una institución que impulse una educación prioritaria integral, acorde con las necesidades del país.
La primera gran ruptura, curiosamente coincidente con estas fechas, se produjo el año 2006, durante el gobierno de Michelle Bachelet. Y ocurrió a partir del sector de menor peso político y doctrinario en el mundo de la educación, el movimiento estudiantil secundario, conocido como la Revolución Pingüina. Su desenlace fue la derogación de la llamada LOCE, Ley Orgánica Constitucional de la Educación, considerada hasta ese momento como un pilar intangible de todo el sistema educativo.
Sin embargo, su reemplazo no implicó una reversión de los malos resultados en materia de calidad, ni la recuperación de la educación pública como un fundamento basal de la igualdad ciudadana, ni tampoco desarrollos significativos en materia de gestión. Así lo demuestran los hechos y los resultados.
Los actuales movimientos estudiantiles insisten en que la lógica de la libertad de empresa en educación no ha cambiado con la nueva Ley General de Educación.
Tampoco se han revertido los procesos de exclusión ciudadana, pese a que la matrícula, sobre todo en la educación superior, ha alcanzado tasas históricas. Los problemas de financiamiento siguen siendo crónicos y la política privatizadora acompañada de las focalizaciones perseguidas por la Concertación, han terminado con una educación fragmentada y quebrada, solo al alcance de los ricos en materia de calidad en las llamadas universidades “Cota 1000”.
Las cifras dan la razón a los estudiantes. La matrícula de educación superior actual   llega a 987 mil estudiantes, cuatro veces más que en 1990. Pero mientras en esa misma fecha la matrícula de las universidades públicas era de unos 110 mil estudiantes contra 19 mil en las privadas, y en total sumaba con IP y CFT 245 mil estudiantes, hoy la matrícula de las universidades privadas supera los 400 mil, y sumados los IP y los CFT  dejan a la educación pública superior solo con un magro 27%.
En materia de gasto total como porcentaje del PIB, Chile presenta uno de los mayores del mundo, con un 7.3%, muy por sobre de Irlanda (4.3%; Japón, 4.7% y Francia, 6.3%). Pero descomponiendo ese gasto según fuente, se llega a la conclusión que el 45% de el, es decir  un 3.7% del 7,3 es de origen privado, es decir corresponde a copago de las familias.
Tal cifra en un país que se encuentra entre los 10 con peores distribuciones de ingreso en el mundo, deja expuesta una realidad dramática en materia de financiamiento.
A ello hay que agregar la duración de las carreras y lo que el profesor Sergio Martinic de la Facultad de Educación de la Universidad Católica llama el riesgo de perder la universidad como el último espacio de integración social que le queda al país por las diferencias económicas en materia de financiamiento, muestran un panorama que no se presta para cuentas alegres.
De ahí que se deba pasar de focalización a políticas públicas integrales, lo que hasta ahora ha estado ausente. El Mineduc, que cada cierto tiempo habla de revolución educativa, requiere pasar de un simple inyector de recursos y evaluador de resultados a ser una institución que impulse una educación prioritaria integral, acorde con las necesidades del país.

Tremendo negocio con la privatización de las semillas

Mientras la vocera “rebelde” aparecía en su polémico fashion emergency de la Revista Caras, su padre se frotaba las manos con la aprobación por parte de algunos miembros del senado de la ley que privatiza las semillas. Pocos días después, ya aparece como dueño de la patente de la Quinoa y otros cultivos.
En escándalo se convirtió la privatización de las semillas chilenas y la vía libre a la llegada de los transgénicos, luego de conocerse que además de la norteamericana Monsanto, las patentes de los cultivos chilenos están también en manos de personajes ligados al gobierno y que ahora serán beneficiados por la privatización de las semillas, como el padre de la portavoz de La Moneda, Ena Von Baer.
La olla se destapó cuando el representante de Chile sin Transgénicos, Cristián Sauvageot, denunció en el programa El Semáforo de Radio Universidad de Chile, que de las más de 700 semillas inscritas, la Quínoa ahora es propiedad de Erick Von Baer, padre de la ministra Secretaria General de Gobierno, hasta el año 2016.  Además, “Semillas Baer” tiene casi una veintena de variedades registradas, entre las que se cuentan tipos de avena, cebada y una gran variedad en trigo.
Sauvageot subrayó que el polémico convenio se está ratificando, porque es parte de las obligaciones de los tratados de libre comercio que Chile ha suscrito, pero dicha obligación no está considerando otros tratados que protegen los derechos de los agricultores, quienes ahora tendrán que pagar a los dueños de las patentes para sembrar los productos.
Al respecto, Sauvageot recalcó la necesidad de que la nueva legislación genere un equilibrio para obtentores y agricultores.
Por su parte, un grupo de senadores opositores al gobierno recurrirá al Tribunal Constitucional para impedir la promulgación de la ratificación de este convenio.
El senador PPD Jaime Quintana, explicó a Radio Universidad de Chile que “el Convenio 169 tiene rango constitucional y esta norma que se acaba de aprobar es un tratado que Chile ratifica tiene un rango legal. Con esa diferencia y supremacía de una norma sobre otra hay que mirar lo que dice el Convenio 169, y cuando se van pasar a llevar derechos o se van a intervenir prácticas, en este caso del mundo campesino particularmente indígena, deben ser consultadas las comunidades, que es lo que no se hizo en este caso, más bien se votó sin escuchar a genuinos representantes del mundo campesino tanto indígena como no indígena”.
El parlamentario recalcó que este convenio no tenía la obligación de ser ratificado y que sólo lo fue por la presión de grandes consorcios económicos que quieren que Chile produzca alimentos transgénicos (como el caso de Monsanto) y ese es un debate mucho más de fondo.