miércoles, 15 de junio de 2011

Aula virtual de Daniel Galatro

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EL POST - NUEVOS MAPAS DE LA REALIDAD

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Ciberguerra...

Se avecina una nueva crisis global



Una nueva ola de crisis mundial, distinta de esa absurda disputa sobre Grecia que está hundiendo la UE en arenas movedizas, parece cada vez más probable. El foco de la crisis radica, de un lado, en la relación entre precios de las materias primas y productos alimenticios; de otro, en el crecimiento de India y China, y en cómo se integran estos dos fenómenos en las decisiones especulativas de los mercados financieros.
A mediados de abril, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, refiriéndose al aumento de precios de los productos alimenticios, afirmó que decenas de millones de personas en los países en desarrollo están a un paso del precipicio. Además, la inflación estimula burbujas especulativas en los mercados de productos alimenticios, es decir, especulaciones actuales sobre cosechas futuras. El crecimiento de China, y en menor medida el de la India, constituye el principal factor de la expansión de la demanda de productos alimenticios y materias primas. Sin embargo, los precios no están siguiendo la dinámica de la demanda real de los productos en cuestión, sino que crecen de acuerdo con las expectativas de lucro que se derivan de la compra de productos financieros derivados emitidos sobre materias primas. Un componente creciente de la demanda proviene de las sociedades financieras occidentales que colocan fondos que obtienen del Estado en instrumentos derivados. Ello se aplica también a los campos destinados a cultivos.

Una reciente investigación de la BBC ha revelado que el precio de una hectárea de tierra cultivada con trigo en Kansas, cuya producción se exporta en gran parte, ha pasado en poquísimo tiempo de $ 750 a alrededor de $ 1300. Los agricultores sostienen que quien compra un campo a ese precio no puede esperar beneficio alguno. Sin embargo, el aumento de valor de la tierra no se debe a la entrada de nuevos productores, sino a inversores financieros que esperan, debido al crecimiento de China y la India, una ulterior inflación de los precios de los cereales.

Centrándonos en China, observamos que la inflación de materias primas industriales importadas comprime los márgenes de beneficio de las empresas, mientras que la de los precios agrícolas recorta los salarios en un contexto en el que el factor alimentario representa una gran proporción del gasto familiar, muchas veces superior al porcentaje occidental. Así pues
, la inflación de productos alimenticios crea en China una ruptura social peligrosísima, ya que en muchas partes del país se dan situaciones de revuelta. Además, la inflación general está inflando la asombrosa burbuja inmobiliaria, que supera ya la de hace cuatro años en EE.UU.
Esta coyuntura acelera la necesidad de reorientar todo el proceso de acumulación en China, lo cual es extremadamente difícil de llevar a cabo; tanto es así que Pekín no parece ser capaz de cambiar este régimen de crecimiento sin pasar por una crisis. En cualquier caso, China sólo puede mitigar el impacto inflacionario de los precios de los productos alimenticios y materias primas reduciendo sustancialmente su tasa de crecimiento económico, de lo contrario no haría sino reforzar las expectativas especulativas referidas a un exceso de demanda estructural de productos primarios.
Volvamos ahora de Pekín a Chicago y Nueva York, pero también a Londres, Zurich y Frankfurt. Desde que los precios de las materias primas y de los productos alimenticios comenzaron a subir sistemáticamente, se emitió una gran cantidad de productos derivados que versan sobre ellos. Las operaciones en los mercados de futuros son globales y no pueden controlarse fácilmente mediante el reglamento puesto en marcha en Basilea 3. Escapan a cualquier supervisión. La especulación en los mercados de futuros y, por extensión, en los campos de trigo de Kansas, resulta hoy posible gracias tanto a la amplia liquidez proporcionada por los Estados a los bancos a tasas de interés casi nulas como al hecho de que el mercado inmobiliario occidental carece ya de impulso, por no hablar del estancamiento de la inversión industrial. Las sociedades financieras que invierten en productos financieros derivados sobre el cacao y el trigo de Kansas lo hacen porque la revalorización de la tierra puede financiar dividendos, amén de fondos de pensiones, y dar capacidad para efectuar pagos, lo cual es importante en los EE.UU.
Si China lograra controlar la inflación, todo el mecanismo de los mercados de futuros tendería a la baja con una deflación en los precios de las materias primas, productos alimenticios, campos de trigo y demás. Los fondos de pensiones se verían descubiertos como en el caso de los créditos subprime, pero a escala global, de Australia a Brasil pasando por otros países de América Latina. El peso de China en los precios y los mercados de futuros de materias primas y productos alimenticios es tal que incluso la idea de una pequeña reducción en su tasa de crecimiento conlleva una grave disminución de los precios de los productos básicos, lo que vaciaría de nuevo los derivados del valor potencial en el que se basan, hoy más que nunca, las finanzas globales. La otra alternativa es la continuación de la burbuja de los mercados de futuros y de los campos de Kansas que conduciría rápidamente al cumplimiento de la predicción de Zoellick.


La "desglobalización", un concepto superficial y simplista

Mediapart

Geneviève Azam, Jacques Cossart, Thomas Coutrot, Jean-Marie Harribey, Michel Husson, Pierre Khalfa, Dominique Plihon, Catherine Samary y Aurélie Trouvé, miembros del Consejo Científico de Attac, están preocupados por el porvenir de la "desglobalización" que induciría a la suspensión de de las lógicas de cooperación necesarias para el progreso de los derechos sociales sin resolver ninguna de las crisis actuales.
La violencia de la crisis mundial y el fracaso de las políticas neoliberales agravadas hacen prorrumpir por todas partes propuestas aparentemente iconoclastas. La globalización neoliberal basada en la libre circulación de los capitales y la financiarización del mundo, los desastres generados por esas políticas han provocado a finales de los 90 la emergencia de un movimiento inicialmente bautizado por los medios como “antiglobalización”, que a medida que maduró se llamó a sí mismo “altermundista”. Pero la reciente aparición de la temática de la “desglobalización” concita el riesgo de hacernos retroceder diez años.
La "desglobalización" es al mismo tiempo un concepto superficial y simplista. Superficial porque en la raíz de la financiarización globalizada subyacen fuerzas sociales y gobiernos nacionales dispuestos a poner en tela de juicio los derechos sociales. La oligarquía no es extranjera, el enemigo no es el trabajador chino. Simplista porque las respuestas a la crisis requieren “más globalización” en algunos sectores y “menos globalización” en otros, pero exigen sobre todo un cambio radical de la misma lógica de la globalización (el altermundismo)…
Por un lado, es evidentemente necesario reducir los flujos de mercancías y de capitales y relocalizar los sistemas productivos. Por razones sociales: detener la competencia entre trabajadores y campesinos de todo el mundo, valorar la diversidad de los saberes y de las prácticas sociales, alimentar a la población y garantizar la soberanía alimentaria. Por razones ecológicas: reducir las emisiones de CO2. Disminuir la presión sobre los recursos naturales y su saqueo. Por razones políticas: encontrar formas democráticas con mayor participación ciudadana.
Pero por otra parte, necesitamos mucha más cooperación europea y mundial en muchos sectores comunes: preservación de los ecosistemas, administración y distribución de los recursos escasos que forman parte de los bienes comunes (agua, tierra, energía, alimentación, saberes, técnicas, medicamentos…) globalización de los derechos humanos mediante la aplicación de las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo… Las revoluciones árabes, su eco en Europa y más allá muestran nuevamente la necesidad de la internacionalización de las luchas producidas en todas partes por las mismas aspiraciones de justicia y de democracia. Nosotros no rechazamos la “globalización” en sí, sino la globalización neoliberal y capitalista, tal como se halla organizada en interés de las empresas multinacionales, los “mercados” y las grandes potencias.
Afirmamos que es necesario terminar con la absurda idea de que el FN (1) tendría buenas preguntas (contra la globalización) pero no buenas respuestas. El FN no propone buenas respuestas porque no se plantea las preguntas correctas. La vuelta a las regulaciones esencialmente nacionales no resolvería ninguno de los problemas que se nos presentan en la actualidad.
¿La crisis social? La incomprensible falta de empleo, la precariedad generalizada, la destrucción progresiva del derecho al trabajo, de la protección social, de los servicios públicos en los países desarrollados, no son imputables a los países emergentes sino a las políticas sistemáticamente emprendidas a finales de los años 70, cuando las clases dominantes decidieron restablecer la rentabilidad de los capitales. La caída de los salarios en el valor agregado se produjo durante el decenio de los 80, bastante antes de que la China se convirtiera en el taller del mundo. No se revertirá el dogma de la “creación de valor para el accionista” comenzando por establecer derechos aduaneros contra China, sino mediante una redistribución de las riquezas en nuestro países y entre los países. La reducción de las desigualdades pasa, en el plano mundial, por la anulación de la deuda de los países pobres y el reconocimiento de la deuda ecológica; a escala europea mediante una verdadera transferencia presupuestaria hacia los países menos desarrollados, mediante una reforma fiscal que establezca un ingreso mínimo y una fuerte progresividad impositiva. La “desglobalización" no contribuirá en nada a este tema.
¿La crisis europea? Algunos economistas de izquierda piensan que la solución pasa por una salida del euro y una devaluación del recuperado franco. El FN rechaza estas propuestas adoptando el enfoque y también los tiempos propuestos. Pensamos que esos proyectos no pueden sino acentuar las dificultades en lugar de resolverlas. Una moneda nacional no protege del neoliberalismo, ni de la especulación ni del productivismo; ¿alguien ha visto a algún gobierno británico oponerse al neoliberalismo por el hecho de haber mantenido la libra esterlina? El franco, la libra o la lira ¿podrían ser acaso escudo contra los ataques especulativos? ¿Y el capitalismo apoyado por “Estados soberanos” no ha producido acaso un modelo consumista destructor, ha saqueado los países del Sur y ha profundizado la deuda ecológica del Norte? ¿El Banco de Francia que desde 1973 ya no hace adelantos al Tesoro público, instrumentaría acaso una política más social que la del Banco Central europeo?
Sobre todo, en momentos de una crisis tan grave, una oleada de políticas unilaterales volvería definitivamente la espalda a la cooperación entre los pueblos. Una devaluación unilateral no haría sino desencadenar medidas de represalia y un agravamiento de la guerra económica entre los países europeos En un momento en que las convergencias de las resistencias y de las iniciativas populares ponen contrariamente en evidencia la necesidad de tomar fuertes decisiones en Europa con respecto a la disposición de fondos orientados hacia la investigación, la educación, la salud de base, las grandes infraestructuras de transporte publico, la transición energética…
Los partidarios de la "desglobalización" la presentan como condición para una reindustrialización. Pero un verdadero proyecto emancipador no puede conformarse con querer reindustrializar sin examinar el tipo de proyectos industriales de modo que realmente se inserten en una reconversión de conjunto del modelo de desarrollo. Es imposible volver al capitalismo anterior a la guerra, basado en ganancias sobre muy altas productividades, impensables ahora y sobre la explotación desmedida de los recursos no renovables del Tercer Mundo
No creemos que una vuelta a lo nacional pueda resolver la crisis de la democracia porque ésta está profundamente arraigada en mecanismos que, incluido el nivel nacional, ignoran a los ciudadanos en las tomas de decisiones que les conciernen. La democracia debe construirse en todos aquellos lugares en que los poderes decisorios determinan nuestra existencia, es decir desde lo local a lo mundial, aun cuando evidentemente el nivel nacional mantiene su fundamental importancia.
Si resulta urgente «revolucionar» la casa Europa, es necesario comenzar por el principio: atacar el poder del capital restringiéndole su libertad de movimientos, refundar la fiscalidad, los servicios públicos, la protección social, el trabajo decente; atacar el productivismo y sus variantes. Las movilizaciones sociales contra la austeridad que aumentan en Europa son una palanca para encarar una verdadera transformación de la sociedad. Será entonces necesario que el o los gobiernos que quieran romper con el neoliberalismo, romper el yugo de los tratados europeos, amenazando si es preciso con hacer volar el euro en pedazos, de manera concertada con otros pueblos y movimientos sociales. Esto no tendrá seguramente el mismo sentido que el repliegue nacional que se perfila detrás de la noción de "desglobalización".
Tocamos la campana de alarma porque las políticas de austeridad, al agravar la crisis, conducen a la sociedad al borde de la explosión: Grecia, Portugal, España, Irlanda. Mañana ¿Bélgica, Italia, Francia? Es en estos momentos de extrema tensión en el que las políticas oscuras se abren camino bajo los más diversos disfraces. La guerra comercial y monetaria agravaría la competencia entre los Estados y destruiría el ideal de solidaridad que debe sostener todo grupo progresista. ¿Quién osaría proponer la "desglobalización" y el repliegue nacional a los participantes del Foro Social Mundial, a los jóvenes en lucha en la plaza Tahrir o en la Puerta del Sol? Por el contrario la necesaria conquista de la soberanía democrática en el plano nacional debe articularse necesariamente con la construcción de movimientos sociales europeos e internacionales, que son los que permitirán evitar que los conflictos sociales se desvíen hacia lógicas de rivalidades nacionales e identitarias.
Nota:
(1) FN:  Frente Nacional



El Pentágono concluye que los ciberataques son “actos de guerra” y por lo tanto pueden merecer una respuesta militar total

Ciberguerra, Stuxnet y gente con tejado de vidrio

Al-Jazeera

Los que rastrean historias sobre hackeo o ciberguerra han pasado unos meses muy ocupados.
Esta semana hubo titulares por cortesía del primer documento formal de ciberestrategia del Pentágono que concluyó que “el sabotaje informático proveniente de otro país puede constituir un acto de guerra”, y “abre la puerta para que EE.UU. responda utilizando fuerza militar tradicional”.
El mismo artículo incluye una cita repetida con frecuencia (pero no atribuida claramente) de un oficial militar que dijo elocuentemente: “Si colapsáis nuestra red eléctrica, puede que os lancemos un misil por una de vuestras chimeneas”.
Para muchos que trabajan en la seguridad informática, la amenaza de una respuesta militar total a una ciberofensiva parece desproporcionada –especialmente cuando muchos expertos afirman que la ciberguerra ni siquiera es una verdadera amenaza– por lo tanto, ¿de dónde sale esto y qué significa?
La mayor parte de las potencias militares establecidas han comprendido hace tiempo el potencial de Internet como campo de batalla y muchos se han estado mojando los dedos en las aguas de la ciberguerra. El primer gusano informático utilizado para infectar servidores de Internet (en 1988) fue creado por un estudiante de posgrado de la Universidad Cornell, cuyo padre era, casualmente, jefe científico del Centro Nacional de Seguridad Informática de la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU.
Las reacciones a ese gusano engendraron la industria de la seguridad informática como la conocemos en la actualidad, la que por su parte engendró lo que se comienza a conocer como complejo digital militar.
El incidente del mes de febrero entre el subcontratista de la defensa de EE.UU. HBGary y Anonymous ofreció a la gente un vistazo a ese mundo y abrió los ojos de muchos a los millones de dólares que se invierten en investigación de la seguridad informática. Lo que muchos sospechaban (y pocos sabían) salió a la luz para que todos lo vieran. Se estaban haciendo inmensas inversiones en Exploits & Rootkits, componentes esenciales de toda ciberguerra que se respete.
Vale la pena mencionar dos incidentes (separados por unos meses).
Stuxnet
En julio de 2010, un gusano fue descubierto por una compañía bielorrusa con algunas cargas útiles interesantes.
Cuanto más se examinaba el gusano (apodado Stuxnet) más interesante parecía. Hoy sabemos que Stuxnet se creó para atacar sistemas SCADA relacionados con centrífugas de gas. El gusano contenía múltiples vectores de ataque que anteriormente se desconocían y que de algunas maneras eran técnicamente sublimes.
Finalmente atacó reactores nucleares iraníes, y algunos expertos afirman que el gusano retrasó el programa nuclear iraní hasta en dos años. Los cálculos del coste de crear el gusano varían fuertemente, pero incluso la cifra exagerada de varios millones de dólares es mucho más económica que el armamento tradicional que habría sido necesario para lograr el mismo resultado.
Tal vez nunca lleguemos a saber con seguridad si el gusano fue creado por Israel o por EE.UU. como cree la mayoría de los expertos, pero sabemos que fue efectivo, y eso dejó claro que los ataques en el ciberespacio tienen efectos en el mundo real.
Hack Comodo
En marzo de este año se hackeó a una autoridad de certificación de Secure Sockets Layer (SSL) llamada Comodo. Para entender todas las repercusiones del hack, hay que dar un paso atrás para una comprensión (muy) básica de “SSL”.
Cuando se visita un sitio en la web a través de SSL (como lo evidencia en su navegador el familiar candado) su navegador en la red y el sitio en la web encriptan todo el tráfico entre ellos. Así se sabe, cuando se hacen operaciones bancarias por Internet (o al leer el correo), que nadie a lo largo del camino está observando ese tráfico.
Para que el navegador y el sitio en la web establezcan ese túnel encriptado, necesitan un intermediario de confianza que pueda (criptográficamente) avalar al servidor. Vuestro navegador en la web contiene una lista de esos “intermediarios de confianza” y podéis ver el candado de confianza porque un intermediario de confianza ha avalado el sitio.
Comodo era uno de esos intermediarios de confianza. Después de hackearlo, el atacante pudo generar varios certificados falsos. Le permitieron establecer sitios falsos en la web y que fueran avalados. Uno pensaba que estaba hablando con la banca por Internet (o Gmail) y el navegador mostraría con mucho gusto el candado, pero toda la comunicación podría estar comprometida.
Los atacantes crearon certificados falsos (para avalar) mail.google.com, login.skype.com y login.live.com (entre otros) pero una vez que tuvieron la capacidad de crear certificados, podrían haberlos generado para cualquier sitio que desearan. Eso podría posibilitar la interceptación masiva del tráfico y poca gente sabría que está sucediendo.
Comodo rastreó el ataque a Irán y afirmó que era un ataque auspiciado por el Estado. Los medios se lo tragaron todo (Irán ataca a Gmail y Skype con hack de SSL falsos).
Unos días después, sin embargo, el verdadero atacante se presentó al público. En una declaración en línea, demostró que era el verdadero atacante, explicó sus motivos y señaló su edad: “Debería mencionar que tengo 21 años... Cuando EE.UU. e Israel crean Stuxnet, nadie habla de eso, no se culpa a nadie, no pasa nada… Yo digo que, cuando firme certificados nada debería pasar (sic).”
Hemos visto la misma película antes: hackers jóvenes, talentosos, que son capaces de lograr resultados con suficiente impacto para que la gente atribuya sus acciones a un Estado-nación. Al final, todo ese poder estaba en las manos de un hacker de 21 años con una ideología. Como en el caso de HBGary contra Anonymous, recibimos un fuerte recordatorio de nuestro estado de vulnerabilidad y del problema de la asimetría.
La simple verdad es que es difícil controlar el ciberespacio y casi imposible protegerlo (con la actual tecnología). Hay demasiadas piezas en movimiento y la tecnología defensiva todavía no se pone a la altura de los ataques.
Stuxnet es probablemente el producto de malware más analizado del mundo, y todavía no podemos decir categóricamente quién lo creó. La dificultad que existe al atribuirlo significa que la amenaza de lanzar “un misil por vuestra chimenea” es disparatada en el mejor de los casos, o irresponsable en el peor.
Ahora vemos una creciente carrera para crear capacidades cibernéticas y aunque la cibernética parece que es la nueva carrera armamentista, existe una importante diferencia.
Las proezas se pueden desarrollar en privado sin que haya las nubes en forma de hongo o dobles rayos de luz que delatan los ensayos nucleares. Es posible crear capacidades y refinarlas por fracciones del coste, y más importante aún: No hay ningún indicio de destrucción mutuamente asegurada (MAD, por sus siglas en inglés).
La MAD mantuvo fría la guerra fría, ya que ambos lados temían la reacción a un primer lanzamiento. Eso no tiene ningún paralelo cibernético y la posibilidad de operaciones de bandera falsa (o que ataques de apariencia aún más compleja puedan haber sido perpetrados por jóvenes idealistas) significa que simplemente no estamos listos para considerar represalias militares.
Luego, claro está, tenemos que ponderar ¿quién sería exactamente el más vulnerable en términos de ciberataques? La respuesta es obviamente: el que está más conectado. La pérdida de acceso a Internet por un día significaría mucho más para Wall Street que para Irán (que bloqueó el acceso a Internet en el pasado).
Enviar Stuxnet podrá haber parecido una buena idea, pero ya que todos son vulnerables (y algunos son más vulnerables que otros) es posiblemente un camino que más vale evitar. Cuando se trata del ciberespacio, el mundo conectado vive en una casa de cristal, y todos sabemos que el que tiene tejado de vidrio no debería lanzar piedras.
Haroon Meer es fundador de Thinkst Applied Research. Se le encuentra en twitter como @haroonmeer o en su blog en http://blog.thinkst.com/ 

NERUDA

http://youtu.be/a8dJipvuF5I
http://youtu.be/EJXraRqi6eQ
http://youtu.be/xUJo0i1zJRw
http://youtu.be/P5jnjVltZUs
http://youtu.be/lD-GyAwqC9s
http://youtu.be/P5jnjVltZUs

Por una educación realmente pública y de calidad

http://youtu.be/zBsybwp9q8g

Inequidad no da tregua: Ingresos de hogares ricos superan en 78 veces a los de los más pobres