sábado, 21 de mayo de 2011

El Problema / Modelo Económico Equivocado

http://www.patagoniasinrepresas.cl/final/contenido.php?seccion=problema_modelo
Hoy en Chile el “desarrollo” avanza a un ritmo frenético. Enormes proyectos industriales reciben sanciones políticas positivas para generar crecimiento económico en el corto plazo sin importar sus costos sociales, culturales, económicos y ecológicos negativos inmediatos, y menos aún los de largo plazo. Pangue, Ralco, Pascua Lama, Celco; millones de hectáreas de plantaciones de especies exóticas de crecimiento rápido, cuyo único destino es la tala rasa, enormes obras viales inconsultas, son sólo algunos ejemplos. Mientras en todas las regiones del país cunde la degradación social y ambiental, en Santiago cada día brotan más rascacielos, cada vez más altos y ostentosos.
Las represas contribuyen a orientar los procesos sociales hacia una creciente centralización y concentración del poder, en todas sus formas, así como del control de los recursos naturales y del capital, lo que conduce, a la postre, a sistemas políticos tan autoritarios, jerarquizados e inequitativos, como ingratos e inestables
Los elevados niveles de destrucción ecológica y los graves problemas ambientales que acompañan a estos megaproyectos son consecuencia directa de un cierto tipo de modelo de desarrollo que en Chile comenzó a ser instalado con la conquista española y que fue consolidado manu militari. La proliferación de grandes represas hidroeléctricas y de otros megaproyectos energéticos intensivos en capital, y altamente destructivos, asociados, a su vez, a otros emprendimientos industriales a gran escala con similares características, son la manifestación más clara de un patrón, en gran medida importado, que pareciera que los países en vías de desarrollo tenemos que tragarnos entero, o perecer. La severa degradación de biorregiones, ecosistemas, cuencas, ríos y de las culturas y comunidades locales, es consustancial a la naturaleza de las grandes centrales hidroeléctricas. Estas, lejos de ser tecnologías neutras, contribuyen a orientar los procesos sociales hacia una creciente centralización y concentración del poder, en todas sus formas, así como del control de los recursos naturales y del capital, lo que conduce, a la postre, a sistemas políticos tan autoritarios, jerarquizados e inequitativos, como ingratos e inestables.
Los desarrollistas argumentan que nuestros países deben inexorable e inevitablemente —como si fuese un rito societal de iniciación— pasar a través de esta fase de depredación y destrucción para poder consolidar una infraestructura básica y cimientos económicos. Según esta lógica, solamente entonces —y los países europeos son esgrimidos como ejemplo— se puede gradualmente comenzar a desfasar este modo de subdesarrollo y a implementar formas de producción menos dañinas y conservar lo que, a esa altura, vaya quedando de naturaleza. Tal argumentación contradice en forma fundamental las realidades ecológicas más básicas. El último informe global de la WWF, Informe Planeta Tierra Viviente – 2006, consigna claramente que los países así llamados “desarrollados” o “ricos”, son los que están dejando, sin sombra de duda, la mayor “huella ecológica” en el planeta, o sea que son los que están causando la mayor destrucción ecológica global, ya sea en forma directa en sus propios territorios, o en aquellos adonde han exportado sus “maquilas” —donde han instalado sus manufacturas—, o desde donde importan las materias primas para sus industrias. Las mayores huellas ecológicas las exhiben hoy, en primer lugar, los Emiratos Árabes Unidos, en segundo lugar Estados Unidos, seguidos por Finlandia, Canadá, Kuwait, Australia, Estonia, Suecia, Nueva Zelanda y todos los países europeos.
Este argumento de la necesaria fase destructiva del desarrollo, seguida de una supuesta homeostasis no es más que una racionalización para justificar la depredación en los países del Tercer Mundo. Los países “desarrollados” en la forma que hemos descrito destruyen medio ambiente ad infinitum.
A muchos nos parece obvio, porque nos ha quedado claro desde hace bastante tiempo, que el supuesto “desarrollo” al estilo norteamericano, que busca un crecimiento económico sostenido basado en la conversión ilimitada, descontrolada de capital natural en capital monetario, no es progreso, sino por el contrario, es un proceso involutivo, destructivo, que conduce al colapso social y ambiental. En primer lugar, justamente porque el tipo de desarrollo en cuestión degrada y destruye masivamente la naturaleza, que es la única estructura orgánica que puede darnos calidad de vida y, en segundo lugar, porque la máquina social necesaria para efectuar esta autodestructiva explotación sin sentido genera una creciente patología social y cultural, que es exactamente la otra cara de este proceso de autodestrucción ecológica, dinamizado por la ambición de lograr una infinita “riqueza” material.
La pretensión de destruir las cuencas de ríos como el Baker, el Pascua, el Futaleufú, el Puelo debiera dolernos como una herida; como una pérdida personal, local, nacional y global.
Durante los últimos años, nuestras campañas por la defensa de los ríos de Chile y de sus cuencas y ecosistemas asociados, han contribuido a ampliar nuestra percepción de la realidad, tanto humana como de la naturaleza, y de la íntima interrelación entre ambas. Si fuésemos más sensibles o estuviésemos mejor informados, la pretensión de destruir las cuencas de ríos como el Baker, el Pascua, el Futaleufú, el Puelo debiera dolernos como una herida; como una pérdida personal, local, nacional y global.
Estamos intentando detener la construcción de mega represas destructivas en nuestros bellos, vitales, cortos y frágiles ríos, y, contribuir a elevar la conciencia ambiental y a empoderar a las comunidades locales y a la ciudadanía en general.
Defender ahora los ríos Baker, Pascua, Futaleufú, Puelo, Cuervo y otros ríos y cuencas de la Patagonia es un deber ineludible y un derecho ciudadano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario